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Prólogos miserables

Publicado: 12 octubre 2010 en Literatura, Politica
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Cuando vi la foto de Vargas Llosa rondando por Internet lo primero que pensé es que se había muerto. Después leí que había ganado el Nobel y, para mi asombro, me pareció que una u otra noticia daban más o menos igual porque, en el fondo, el que me da igual es el autor.
Con el correr de los días fueron apareciendo las apostillas de siempre. Opiniones a favor y en contra del resultado que había hecho ganador al peruano de la lotería de suecia. Me pregunté, después de mucho tiempo, cuando fue que dejé de leerlo. Entre las opiniones de muchos lectores que respeto, se encuentran juicios muy favorables a la obra del Vargas Llosa. Conversación en la catedral, La ciudad y los perros, ya se sabe. Yo me quedé con una lectura temprana de Los cachorros, hasta ahí llegue. Mi pregunta era entonces por qué, si esa novelita me había gustado, no había vuelto a enfrentarme a un libro suyo en los diez años que transcurrieron desde entonces. La respuesta surgió de mi memoria como un descubrimiento. Yo me había comprado a los 17 años, casi al mismo tiempo en que hacía la lectura de Los cachorros, los Cuentos completos de Cortázar en la edición de Alfaguara. Había encontrado ahí un prólogo detestable firmado por Vargas Llosa. Esa fue la ruptura y desde entonces no volví a agarrar un libro suyo.
Con Cortázar pasé, como casi todo el mundo, por múltiples estados. El fanatismo adolescente (aunque nunca pude hacer pie en sus novelas, siempre me parecieron demasiado aparatosas), la desconfianza académica, la ternura, la nostalgia y, hasta hace poco, una rabia cariñosa por sus imposturas. El problema es que hace poco conseguí las Obras competas de Roberto Arlt editada por Lolhe en el ´81. También este libro tiene un prólogo detestable, ¿saben quién lo firma? Julio Cortázar.
Para el caso hay una serie de problemas que esos prólogos comparten y que voy a puntear a modo de infelices coincidencias.

Cortázar lector de Arlt.
1- Cortázar se acerca a Arlt (“Arlt y yo solos en un rincón perdido de la Costa Pacífica” empieza diciendo en el prólogo) como tendiéndole una trampa. Elabora una relación asimétrica, él representa la figura del lector maravillado, Arlt es el escritor de genio; pero termina operando desde el paternalismo más siniestro: “Como era típico en él, este es un error que encubre una verdad.” Dice, en referencia a las reflexiones sobre el estilo que hace Arlt en el prólogo de Los Lanzallamas. Las verdades a las que llega Arlt, entonces, son invisibles para él mismo, las dice a su pesar de sus errores y limitaciones, sin conciencia, sin que terminen de pertenecerle nunca.
De ahí en más la cuestión es un problema de familias. La de Cortázar (“gente burguesa venida al tacho”) con un gran capital cultural y con herramientas simbólicas muy importantes y la de Arlt, trabajadores que no podían ofrecerle “respaldo cultural.” Me hizo acordar, y este es el primer encuentro con Vargas Llosa, en la construcción del “nosotros” que hace en una entrevista Bioy Casares al hablar del peronismo: “El peronismo no se notaba. Quiero decir, el peronismo estaba seguramente en las fábricas, en otros lugares… No se notaba entre los escritores, entre la gente que uno veía.” Cortázar, al hablar de su “nosotros”, dice: “Mi gente no era mojigata para las forma pintorescas mientras no fueran groseras o gramaticalmente incorrectas.” Toma distancia de Arlt, de la incultura resentida de un hijo de trabajadores, reflexiona sobre la formación espiritual, la cultura folletinesca de Silvio Astier tomándola por la de Arlt, y se pregunta: “¿Qué leíamos Jorge Luis Borges y yo a los 14 años?” Con compasión traza la línea divisoria. Su lugar está junto al autor de Ficciones, no con el de Los 7 locos.
2. Cortázar es el lector del futuro. Se pregunta por cómo hubiera sido una cuarta novela de Arlt. Deduce: El juguete rabioso y la novela doble Los 7 locos/Los Lanzallamas, están mal escritas porque pertenecen a la primera etapa de formación del escritor. En El amor brujo, en cambio, ya ha pulido el estilo pero perdió fuerza. ¿Cómo sería la novela que juntara el estilo y la fuerza? Arlt queda reducido a un semiescritor, un escritor inacabado, silenciado por una muerte temprana.
3. Finalmente el prólogo de Cortázar contiene la siguiente sentencia: “De esa inextricable madeja de misantropía, megalomanía, miserabilísimo (…) de ese anarquismo en busca de praxis nihilistas y fascistas, de ese rechazo de la doble mugre proletaria y burguesa, no creo que quede nada históricamente aprovechable.” Cortázar dictamina la esterilidad política de la lectura de Arlt, lo vacía como escritor de estilo primero y lo censura como escritor de ideas después. ¿Qué le queda? Cortázar no ve, porque siempre fue demasiado literal para pensar la política, lo que en cambio a Piglia le resulta evidente: “Arlt siempre está escribiendo la historia del presente porque capta la noción de complot como un nudo de la política argentina.”

Vargas Llosa lector de Cortázar.
1. El prólogo de Vargas Llosa tiene la virtud de ser más claro. Teje dos estrategias simples. En primera instancia, y al igual que el otro, se acerca a Cortázar, lo hace su mentor, su compañero y su amigo. Desde esa intimidad, concedida por el vinculo, lo muestra como un niño. El Homo Ludens, el Cortázar que titula su mejor novela con el nombre de un juego, el Cortázar que tiene en su casa un Cuarto de juguetes, el Cortázar que guarda recortes absurdos del periódicos, el Cortázar que es un as jugando con el lenguaje y con la cultura. Cortázar juega, sí, y lo que tiene que quedarnos claro es que es inocente como un niño para jugar.
2. Por otro lado repite varias veces que su único compromiso, el exclusivo, fue con la literatura. “Que era un hombre eminentemente privado, con un mundo interior construido y preservado como una obra de arte”. Si Arlt es pura exterioridad en el prólogo de Cortázar, condenado a conocer el Buenos Aires de la calle porque no puede acceder al Buenos Aires de la pintura, de la música, de la alta literatura, Cortázar es en el prólogo de Vargas Llosa (tal vez porque a la realidad le gustan las simetrías) un hombre del puro adentro, sin fuerzas externas que lo atraigan.
3. Vargas Llosa que había admirado en todo la vida privada y pública de Cortázar dice, cuando llega el final, “El cambio de Cortázar, el más extraordinario que me haya tocado ver en ser alguno, una mutación que muchas veces se me ocurrió comparar con el protagonista de Axolot, ocurrió, según versión oficial – que él mismo consagró – en el Mayo Francés del 68.”
¿Cómo ocurrió que este hombre que se dedicaba a los más excelsos juegos de la alta cultura se transformó, de un día para otro, en un tipo de pelo largo y “barbas rojizas”? Vargas Llosa deja atrás la hipótesis de la conveniencia, de la trepada en la escala intelectual (que, como se sabe, es “monopolio de la izquierda”) y, sin decirlo, deja atrás la posibilidad de que Cortázar haya encontrado una serie de verdades que lo hicieran cambiar de rumbo. ¿Qué ocurrió entonces? “Pocos días después recibí carta de Julio anunciándome su separación.” Y así describe su primer encuentro después de la ruptura con Aurora Bernrdez (A quien está dedicado el prólogo): “Me hizo llevarlo a comprar revistas eróticas y hablaba de marihuana, de mujeres, de revolución, como antes de jazz y de fantasmas.”
La vileza de Vargas Llosa de someter el compromiso político de Cortázar a la influencia de Carol Dunlop, su última pareja, es tan idiota que no merece comentario. Simplemente es una muestra del peligro de construir un “nosotros” donde debería decir simplemente “Yo”. Porque en ambos prólogos los autores no hablan del prologado, hablan lisa y llanamente de ellos mismos y se sienten muy satisfechos, habrá que agregar, de ser ellos mismos y no el otro.